La impotencia de saber que si algunas personas son tan necias como para no aceptar la la realidad que pasa por delante de sus ojos, menos la van a entender si se la dicen a gritos.
La tristeza de ver que el mundo sigue su rumbo y que no podemos bajarnos de esto que no nos gusta, y que tampoco podemos cambiar.
La bronca de no saber que hacer frente a las cosas que alguien hizo, y no con la mejor intención.
La rabia de no ser escuchado por quien me tiene que escuchar, de ser acusado por el malestar ajeno del cual no fui el causante, y de verme obligado a no hablar solo por no quebrarme.
La vergüenza de sentir todo eso.
Y las ganas de decirles a todos Chau.