sábado, febrero 12, 2011

La salita, o el sistema de salud de Quebec

A fines de 2010 me anoté en un torneo de fútbol en Montreal. Son equipos de 67 jugadores, se pueden tener suplentes y no hay límite de cambios. Se juega en césped sintético de muy buena calidad, en una cancha que está cubierta por una inmensa burbuja de plástico blanco; bajo la cual hay cuatro canchas de fútbol 7 bastante grandes.

El jueves pasado en una jugada me lastimé el tobillo derecho, de una manera que todavía no sé cómo fue. Tenía la pelota, pateé al arco y no sé si recibí un golpe en el pie, o si pisé mal, o qué; pero de pronto sentí mucho dolor en el tobillo y tuve que salir. Me quedé un rato afuera esperando que se me pase, pero el dolor no pasaba. Al rato entré a jugar de nuevo, y tuve que volver a salir porque me estaba doliendo mucho. Entonces me saqué el botín y ví que tenía el pie muy inflamado:


Al principio me pareció gracioso que esté tan inflamado, pero el dolor me apagaba la gracia. Terminó el partido, y volví a casa; una parte del trayecto en el auto de un compañero, y el resto del trayecto en subte y caminando. Sentía muchísimo dolor pero no como para llorar. Me costó bastante llegar a casa; es más, en algunos momentos tuve que abrir la bota para que el aire frío me calme un poco el dolor.

Una vez que llegué a casa, comí unos fideos que había dejado preparados de antemano, poniendome hielo en el pie; después me bañé y me acosté, con una bolsa de hielo en el tobillo y envuelto en una toalla para no mojar toda la cama.

Al día siguiente llamé a la Regie de l'assurance maladie du Québec, que viene a ser el organismo estatal de la salud, para notificar que estoy cubierto por la obra social de mi laburo -que según tengo entendido es muy buena-; y después de eso Mathieu Lacombe me llevó a una clínica cerca de casa. Como no había más turnos para radiografías -seguramente iba a necesitar unas cuantas- pregunté a qué otro lugar podía ir; y me dieron la dirección de otra clínica a unas cuadras. Entonces salí, caminé una cuadra hasta la parada del 45, y fui hasta la otra clínica.

Ambas clínicas tienen dentro del mismo edificio una farmacia. Desde la misma clínica se puede entrar a la farmacia sin necesidad de salir a la calle.

Una vez ahí le expliqué a la amable señorita que me había lastimado el tobillo jugando al fútbol, le expliqué que a los habilidosos siempre les pegan, y me dio un turno para las dos de la tarde (!!). Eran las once de la mañana.

Salí de ahí y volví a mi casa, pasando antes por un supermercado chino para comprar verduras y algunas cositas más.

A eso de la 1 de la tarde volví a salir de casa para ir de nuevo a la clínica. Llegué y tuve un rato de espera, hasta que me llamaron por mi nombre. Pasé a la sala tres, donde una doctora de origen oriental me hizo algunas preguntas para armar mi ficha; y luego me pidió que le muestre el tobillo lastimado. Completó un papelito y, como era de esperar, me dijo que tenía que hacerme unas placas. Así es que salí, esperé unos diez minutos, y me llamó el radiólogo. Me sacó 3 placas del pie; tomaron menos de 5 minutos; y me dijo que espere de nuevo, que la doctora iba a llamarme.

Así fue que pasó un buen rato, digamos media hora, y de nuevo me llamó la doctora. Me dijo que no tenía fracturas, que estaba todo bien; pero que estaba muy inflamado. En ése momento empezó a aparecer un moretoncito sobre el empeine que antes no había visto. La doctora me preguntó si era alérgico a algún tipo de medicamento, a lo que respondí que no; y me dio una receta de 3 medicamentos: un antiinflamatorio, un calmante del dolor y un, no sé cómo decirlo, una especie de anti úlcera o antiácido para que los otros dos medicamentos, en especial el analgésico, no me hagan mal al estómago.

De ahí salí y fui a la farmacia, en el mismo edificio, donde compré los remedios. Y toda esta historia viene para contar cómo es la presentación de los remedios en Quebec.

A la farmacéutica hay que darle la tarjeta de la RAMQ, una tarjeta identificatoria en el sistema de salud; y, en caso de tener, la tarjeta de la obra social privada. La farmacéutica controla eso y arma el pedido según la receta. Cada medicamento viene en un tarrito transparente, con un papel en su interior en donde se indica qué medicamento es, qué dosis hay que tomar según especifique la receta, el nombre del doctor y del farmacéutico, a nombre de quién fue expedido, qué día fue expedido y la fecha de vencimiento. Sobre cada frasco se pegan unas etiquetas que dependen del medicamento. Por ejemplo el analgésico dice que provoca somnolencia, que no se debe tomar alcohol mientras que se toma el medicamento. En el antiinflamatorio dice que no hay que tomarlo con el estómago vacío. Finalmente, junto a los frasquitos, dan una copia del prospecto impresa en el momento. Eso es interesante ya que las farmacias tienen los prospectos en la computadora, son actualizados por Internet, por lo tanto siempre están al día, y sólo se imprimen cuando el medicamento se vende. Es decir, se imprimen solamente cuando es necesario.




Me parece que la presentación de los medicamentos es muy buena. Las madres pueden ver exactamente para qué sirve cada uno, pueden ver si están vencidos o no. Pueden saber a cuál de sus hijos se lo recetaron, quién y cuándo.

Finalmente, al momento de pagar, la obra social del trabajo cubrió el 72% del costo de los medicamentos; aunque en realidad cubrió un poquito menos ya que por cada medicamento que ellos te cubren, uno tiene que pagar 2 dólares. O sea que el porcentaje cambia mucho dependiendo del precio del medicamento. Si compro un medicamento de un dólar, me conviene mucho más pagarlo por mi cuenta que pasarlo por la obra social.

En fin, éste es el resúmen de mi única experiencia con el sistema de salud de Quebec. Y éste es mi piecito gordito: