Todo mi malestar se reduce a que crecer implica responsabilidades que no estoy dispuesto a tener. Todo pasa por el hecho de que no solo soy bueno en pocas cosas, sino que en esas pocas cosas siempre hay uno mejor.
No vivo en el tiempo correcto, ni en el lugar correcto, ni de la forma correcta. No encuentro mi lugar. Soy una persona hecha a desmedida.
Mi problema no es el lugar, ni la gente, ni el momento. Mi problema soy yo, el mismo que tantas alegrias me di; y el que tantas desventuras me propinó.
Soy un chupetín de limón dentro del tacho de los chupetines. Soy la galletita con membrillo en el medio del surtido de Bagley. Soy la primer feta del pan lactal. Soy ese que nunca nadie quiere, que está por estar, que solo es un accesorio. Soy el ultimo en ser llamado por teléfono.
Porque me lo busqué así. Porque siempre viví en soledad, porque así crecí y así no quiero crecer mas. Porque soy el último que llama por teléfono.
Siempre busco una excusa para no hacer lo que puedo hacer. Inconscientemente busco la excusa, hago las cosas sin convicción; que es como no hacerlas.
Soy una persona muy activa. Solo necesito motivos. Quisiera tener un trabajo en capital, por ejemplo; que me tengan a las corridas de un lado al otro. Pero no un trabajo fácil ni repetitivo. Un trabajo dificil, cambiante, que sea un desafio. Quiero irme corriendo de ahí a la facultad, aprender un poco mas y de ahí para casa, a comer lo que sobró de la cena. Entonces dormirme, mirando el reloj.
Quiero hacer fiaca en la cama sabiendo que no debo hacer fiaca. Quiero que haya normas para transgredirlas en forma piadosa. Quiero opinar, discutir, que me demuestren que estoy equivocado.
Quiero tener ganas. Quiero tener fé. Quiero enamorarme. Quiero merecer el descanso del fin de semana. Quiero demostrar que hay muchas cosas que se hacer, y que las cosas que no se hacer las puedo aprender.