Uno toma la caja, la abre y de su interior toma un fósforo. Solo uno.
Solo un fosforo, de los doscientos veintidos que trae la caja. Uno y solo uno sirve, la primera vez que uno agarra la caja.
La segunda ya no. Ya hay uno menos.
Asi se va vaciando, lentamente, a medida que se van encendiendo hornos, hornallas, cigarrillos, estufas, calefones.
Eliminemos a los fosforos de nuestra vida. Imaginemos que no existen los fosforos.
Entonces el simple hecho de hacer un te, el simple hecho de prender un calefón, se veria entorpecido. Minimamente, pero entorpecido al fin. Porque nos queda una posibilidad menos al momento de elegir de qué forma podemos encender ese fuego.
La energía calórica que puede dar un fósforo es practicamente nula. Llevaríamos semanas intentando calentar una taza de leche si usasemos solo un fósforo; suponiendo que durase el tiempo necesario encendido. Pero sabemos que no es así.
Sin embargo, todos y cada uno de nuestros emprendimientos requieren de un paso inicial; de un comienzo sencillo; de un fósforo que encienda la llama que luego si, nos va a servir para hacer esos fideos tan ricos que uno come con salsa bolognesa.
Un camino de mil pasos comienza por un paso, se dice; y es verdad.
La idea es que todos caminemos juntos, pero para el mismo lado. Cual si fueramos piqueteros en el Pueyrredón, pero sin joder a los que van a laburar.
Seria fantástico que se haga una ley que diga que la dirección del pais ha de ser unica y exclusivamente hacia el progreso; y que a los turros que van en contramano, o que paran y estacionan en donde se les canta les sacudan una multa que los dejen fuera de circulación.
En fin.