Cierta vez, hace ya varios años iba por Belgrano caminando cuando un muchacho muy educado se las ingenio de alguna manera para que le diera mi reloj. Flaco, dame el reloj dijo, quizas; pero no recuerdo.
Estaba a 2 cuadras de la casa donde vivia mi papá en ese entonces. Y el reloj, lejos de ser mio, era de él.
Y cuando digo de él me refiero a mi papá, no al señor que me lo piantó.
Una vez llegado a la casa de mi padre, y ya contada la historia del hurto del reloj, no perdió el tiempo y dijo que, ya que ninguno de los dos tenia reloj era justo que el primero que viaje al exterior del pais le regale uno al otro.
Sucede que mi persona tenia reservado el pasaje para una semana mas tarde a Punta del Este. Claro, el boludo iba a tener que traerle un reloj al padre.
Y asi fue.
Pasé horas recorriendo negocios por avenida Gorlero, buscando el reloj ideal para mi papá. Él lo merecía por dos motivos. Uno, es que cuando no tuve reloj me prestó el de él. Y otro, es que cuando me robaron el prestado, fue mas rápido y me madrugó con su idea del viaje al exterior. Asique me vi obligado a regalarle uno. Y ese uno no podia ser cualquiera. Tenia dos motivos para regalarle el mejor reloj posible.
Pero luego, mientras caminaba, lo pense de otra forma. El fue rápido, me madrugó, y era justo hacer lo mismo con él.
Mi regalo fue perfecto. Creo que de haberle hecho un regalo menos perfecto, me lo hubiese dado para que me lo quede. Pero no.
Fui rápido como él, lo madrugué. Y le regalé un reloj: un reloj de arena para que se lo meta en el orto
Esto es, papi, para que recuerdes al tan bonito reloj y la enseñanza que nos legó: no hay que aprovecharse de esas situaciones para manguear un regalo. Te puede salir mal.
Recordando esta anecdota , quiero desearte un feliz cumpleaños. Te quiero mucho y te extraño. Algunas veces me hace mucha falta que estes aca con nosotros; ya sea para explicarme cosas de la facultad, para hacer de mediador en las peleas que tenemos o para abrazarme cuando lloro, como ahora.