Voy a contar, como dije hace unos dias, una de las veces que me escapé del secundario.
El colegio al que iba limita con el campo de deportes de otro colegio, el Piedrabuena. Los divide una pared, que no es ni baja ni alta. Varias veces colgabamos la pelota del otro lado y alguno saltaba para traerla.
Pero esta vez no fue así. Salimos todos al recreo, en un cambio de hora, cosa que solamente la preceptora pueda advertir mi ausencia. En el patio salté la pared, y me tomé el olivo. Habia arreglado con Filipelli que él guarde mi mochila con mis cosas, para que no queden sobre el banco y se note que alguien estuvo ahí la hora anterior.
Salté la pared, y fui caminando muy tranquilo por el campo del Piedrabuena; pegado a la pared de forma que desde la preceptoría del Kennedy no se me pueda ver.
Ahora el tema era cómo salir del campo de deportes... entonces me acerqué a un tipo que estaba ahí dentro y le dije...
-Disculpeme, ¿cuánto cobrás la cancha este sábado?, la de 11.
-Mirá, eso hablalo con el otro chico que está acá a la mañana
-Ah... bueno, ¿por donde es la salida? Porque recién entré por el portón de allá y ahora lo cerraron.
-Por ahí, nene.
Y me señaló la puerta.
La abrí, y me fui. Caminé 4 cuadras hasta el colegio de Grisel; y la esperé en la puerta. Hasta que salió, y nos fuimos los dos caminando por la 9 de Julio.
Mirá vos que linda escapada.
Otra vez nos escapamos con Filipelli; y entramos a 2 colegios de contrabando: a la Media 2 (la de Grisel) y a la Media 3 (la de Noemí). Primero a la 2, después a la 3. Y después de eso, volvimos al colegio como si nada.