viernes, octubre 19, 2007

De lo lindo que uno vive, una de las cosas más lindas es descubrir los obvios secretos, que uno aún no descubrió.
Por ejemplo, enterarse de que Papá Noel no es ese gordo simpaticón que creemos que es.

Claro que con este ejemplo no se termina de entender, porque todos los que alguna vez creímos en este maravilloso ser, hace ya bastante tiempo que le cazamos la onda, y si bien sabemos como es, no recordamos cómo nos cambió el hecho de saberlo. Si podemos acordarnos quién lo dijo, cuándo e incluso dónde; pero la sensación, no.

De eso se trata, mi querido amigo, de recordar esa sensación. Digamos que el momento de enterarse marcó un antes y un después

Sin embargo, de chico nos hemos comido otros miles de chamuyos; y es divertido darse cuenta recién ahora. Una vez me dijeron que un siglo eran 100 días; y las cuentas no me daban de ninguna manera.

Otra vez me dijeron que a ciertos perros les cortaban la cola, para que no la muevan mucho; y recien hace poco me pasó ver un perro con la cola corta, y pensar que alguien, alguna vez, me hizo creer otra cosa.


Así pasa la vida, descubriendo mentiras intrascendentes que han trascendido tanto tiempo.